La mayoría de los socios de una pyme opta por el silencio, por los pactos tácitos que implican la «no comunicación» de los problemas como método establecido de común acuerdo, para no sacar a la luz los conflictos y que mágicamente todo continúe igual.
Esos conflictos no hablados traen implícitos arreglos secretos, funcionarios y empleados cómplices, que sólo toman ventaja de la situación para manejar información y sumar poder. En sí, son ocasiones fuera de control y falta de comunicación sobre los reales problemas de la empresa.
Reglas claras
En muy pocas oportunidades esta metodología funciona y generalmente esto se da en empresas familiares en donde los miembros son dos y nadie se interpone entre ellos. El amor y el respeto pueden con todo en donde las reglas son muy claras en cuanto a cuáles son las responsabilidades, los derechos y las funciones de cada uno. Generalmente, esto se empieza a quebrar cuando un tercero, familiar o no, ingresa a la sociedad. Todo lo no hablado y todo no convenido empiezan a salir a la luz. Ni hablar de si la situación de la empresa y la del mercado se empiezan a poner más difíciles y todo se parece cada vez más a una olla en ebullición a punto de explotar.
Cuando esto sucede, sabemos que los barcos no están en la misma dirección y es muy difícil congeniar las opiniones y los rumbos de la empresa. Más allá de eso, las expectativas de cada socio son distintas y lo que llamamos el «afecto societatis» que supuestamente existía al principio, en donde todos eran «buenos amigos» o «buena gente», deja de tener forma y empieza la guerra hacia adentro en vez de hacia afuera.
En la mayoría de las circunstancias, este tipo de sociedades se disuelve y no llega a nada, ya que ninguno de los socios pensó en la empresa, sino en sí mismo y en cómo sacar ventaja de cada situación. De esa manera, la empresa de desmiembra y no sólo no logra sus objetivos, sino tampoco los objetivos de cada uno de sus socios.
Oportunidades
En otras circunstancias, las empresas se dividen; cada una se lleva una parte y empiezan de cero. Aquí, las oportunidades pueden ser varias para cada parte, pero si la repartición no ha sido justa y las oportunidades de mercado no son iguales, uno de ellos tiende a perder todo y pretende justificar en su «ex socio» su propio fracaso.
Una sociedad es más que una alianza de necesidades y oportunidades, es un pacto de confianza, de respecto, de afecto y de sinceridad. Si estas cuatro patas no existen, no hay jurídicamente nada que la haga válida y, menos aún, un mercado que la convalide. Su energía se disipa en las peleas internas y en las necesidades perdidas de cada socio integrante.
Tener una sociedad es más que un proyecto comercial o una oportunidad, es un compromiso de acción y de solidificación de proyectos, porque obliga a cada miembro a ser más por uno y por el otro, en miras de un objetivo común que robustece el esquema y los objetivos individuales.