«Lo que natura non da, Salamanca non presta». Parecería una frase simple y conocida, usada muchas veces por la mayoría de la gente y tantas otras veces sin pensar o meditar sus verdaderas connotaciones. Al analizar cómo se sentencia en esta frase, caemos en la cuenta de que expresa un pensamiento supresor que puede afectar al accionar de los demás de forma categórica y discriminatoria.
Una muestra de esto es si miramos detenidamente en los emprendedores. Se los observa frecuentemente con envidia por unos y con admiración por otros. Se los sentencia de por vida si algo sale mal y al mismo tiempo se los aplaude y venera si algo sale «espectacular» llevándolos a situaciones de provocación constante.
¿Pero qué es de la vida de un emprendedor y de su ecosistema si éste no actúa en una realidad de desarrollo constante? ¿Y qué pasa si sólo por algunos fracasos o por ignorancia se los sentencia al ostracismo personal y profesional?
Pensemos por un tiempo que un emprendedor es una célula de generación constante de ideas, proyectos, deseos, sueños que producen transformaciones maravillosas en su comunidad generando empleo, valor y transferencia a su medio. Ahora lo insertamos en un cuadro de capacitación y de mejora continua ¿podemos enseñarle a emprender? ¿O sólo se nace emprendedor?
La Argentina posee cada 10 años las tasas mundiales más altas de «emprendedurismo» (o entrepreneurismo) coincidiendo con los periodos de crisis económica e institucional. Es ahí que los emprendedores salen a buscar opciones por necesidad ya que las posibilidades de empleo desaparecen.
¿El emprendedor puede aprender aunque natura no da? ¿Se lo puede formar, apoyar, coachear, mentorear, tutoriar? La respuesta es sí, en la medida en que todo el sistema apoye su desarrollo, le permita saber que puede votar y puede pensar en desarrollo y alcanzar «necesidades» aprovechando las «oportunidades». Para esto es necesario que todas las fuerzas estén alineadas y destinadas a «crear» y «fomentar» emprendedores sin censuras, sin juzgamientos y sin miedos.
Entonces, es aquí donde empiezan los profundos dilemas políticos. ¿Se genera empleo y/o se fomenta el desarrollo emprendedor? Es imperioso provocar la innovación y creatividad constante y para esto el rol del Estado y de las universidades en forma conjunta y mancomunada es fundamental.
Plan Nacional
Para fortalecer el desarrollo de las capacidades emprendedoras y facilitar el despertar de esa célula interna, se necesita un plan nacional firme que muestre la constancia y una visión única con una dirección firme y sostenida en el tiempo.
El papel de la universidad debe estar orientado a fomentar el desarrollo de la innovación científica y tecnología para que esas ideas se transfieran y transformen en valor para la sociedad y no terminen en el «club del journal y el paper» en donde los científicos les explican a otros colegas en inglés todo lo que saben, sin provocar el impacto necesario para que esta transferencia de sus conocimientos produzcan cambios para una sociedad emprendedora.
No podemos incentivar planes de capacitación sin que todo el ecosistema esté preparado para abrazarlo y todas las herramientas estén en línea para sostener lo provocado.
Existe en la actualidad un constante debate sobre este tema y una cantidad innumerable de acciones destinadas a capacitar y formar emprendedores, pero si no están contenidos en un plan marco mayor, sólo provocaremos más frustración y distracción y que los verdaderos emprendedores orientados a provocar cambios en la sociedad y su entorno, actúen por «necesidad» de algunos y no la «necesidad de otros».